Cuando un simple bolso de mano se convierte en una reliquia perdurable
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Me enorgullezco de mi capacidad para hacer un buen regalo.
A lo largo del año, escucho las pistas que me dan los miembros de mi familia para asegurarme de que la mañana de Navidad esté llena de reacciones del tipo «Oh, vaya, ¿cómo lo has sabido?
Cuando una amiga me dice que espera un segundo hijo, me lanzo a la librería de mi barrio a por un ejemplar de Tú fuiste el primero, lo que nunca ha dejado de provocar una inmensa gratitud (y lágrimas).
Soy la amiga a la que la gente acude cuando no sabe qué regalo hacer a otra persona, lo que probablemente explica en gran parte por qué trabajo en Wirecutter. Empecé a recomendar productos a una edad temprana.
A lo largo de los años he centrado mi energía en hacer regalos, pero cuando se trata de recibirlos, hay un regalo que siempre me producirá gratitud (y lágrimas). Lo abrí cuando mi primer hijo cumplió un año.
La mejor amiga de mi suegra, a la que mi hijo mayor apodaba adorablemente «Marma», nos regaló un L.L.Bean Boat and Tote en su primer cumpleaños. Recuerdo haber visto S-U-L-L-I-V-A-N escrito en una fuente azul clásica, adecuada tanto para él (su nombre) como para mí (mi apellido). Y al instante me di cuenta de que era todo lo que un regalo debe ser: práctico y significativo.
Según Kit Dillon, una de las expertas en artículos de viaje de Wirecutter, este bolso, uno de los más elegidos en nuestra guía de los mejores bolsos de mano, durará toda la vida. Su sencillez -sin bolsillos con adornos ni cremalleras- contribuye a su eficacia, señala Kit.
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